domingo, 27 de mayo de 2012

ARTE CALLEJERO CALLEJERO

Hace poco vi cómo pintaban las líneas de la carretera no muy lejos del lugar en el que vivo. Aunque disfruto de dichos sucesos, el evento no tuvo repercusiones más allá de un par de coches más de lo normal y la aparición de algunos vecinos curiosos. Sin embargo, recordé un par de fotos que había visto y guardado por ahí. En esta ocasión he decidido que en lugar de hablar de arte callejero en muros, no está mal mirar el arte callejero callejero.



y así, como algunos se aventuran a pintar en gigantescas fachadas, otros deciden que es posible lidiar con los coches...y qué divertido parece. La receta es fácil: bicicletas, cubos de pintura adaptados para ir en la bicicleta, galones de pintura multicolor y un cruce vehicular muy concurrido. Lamentablemente no vivo en un lugar con cruces de este tipo, pero espero poder llevarlo a cabo en un futuro. En todo caso, los invito a copiar la receta. 

Sin embargo, este tipo de intervenciones parecen ser tan apropiadas para grandes cruces de congestionadas ciudades como para pequeñas y tranquilas poblaciones, con resultados igualmente positivos. 




Parece que no muy lejos del pueblo en que vivo, una idea muy similar  fue llevada a cabo por la agencia de diseño Lang/Baumann en el 2010. En Vercorin, un pequeño pueblo al sur de Suiza, cada año se organiza un evento para dar a conocer el pueblo, en el que R&Art organization  invita a distintas personas creativas para intervenir.

Y mi última foto no es arte callejero sino una estrategia para prevenir accidentes en las calles de Bogotá. 


La ingeniosa campaña fue llevada a cabo en el 2003 por el entonces alcalde Antanas Mockus para reducir el número de peatones muertos. Así, se pintaron estrellas negras en los lugares exactos en que había fallecido un peatón víctima de un accidente. El impacto de dicha campaña fue mucho mayor del esperado y se ha llevado a cabo en muchas tras ciudades y carreteras del país. 

lunes, 21 de mayo de 2012

OTRA FORMA DE OCUPAR EL ESPACIO

Las mismas calles de siempre, los mismos árboles, los mismos cruces... Creemos que conocemos nuestra ciudad dado que, durante el tiempo que la habitamos, recorremos y repetimos mil veces los mismos trayectos: camino al trabajo, al supermercado, a casa de un amigo...
Pero, ¿qué pasa cuando, por unas horas, esos mismos espacios se reconvierten? ¿qué pasa cuándo los vivimos desde una perspectiva totalmente diferente? Ésta fue mi experiencia hace unos días: las calles de la ciudad, de mi ciudad, fueron alteradas completamente.


20.000 personas ocuparon el centro con sus zapatillas de correr, sus dorsales, algunas con carritos de bebé, con patines, con sus perros, o incluso, con sillas de ruedas. Un acontecimiento ciudadano sin distinciones, abierto a todo el mundo, una ocupación 100% popular, aunque efímera. ¿Quién me iba a decir a mi que formaría parte de esa masa corredora?

Posiblemente, fue una experiencia especialemente intensa para mí porque era la primera vez que asistía. En todo caso, la sensación de sorpresa continua ante esta perspectiva totalmente nueva de espacios tan familiares, se combinaba con un sentimiento visceral e irracional de que la ciudad me pertencía. Pero no en sentido de propiedad privada, sino como pertenencia comunitaria: la ciudad fue realmente nuestra... por unas horas.

O al menos ésa es la ilusión que crean las endorfinas características, imagino, de toda actividad deportiva.

viernes, 18 de mayo de 2012

MENÚ PARA DOS, CON FACHADA DE POR MEDIO

Tropezar con una mesa en la calle, eso no ocurre todos los días, a no ser que se trate de las que ahora pueblan las terrazas al sol. En mi calle sí ocurre, de vez en cuando se animan (todavía no sé quién) y disfrutan de una comida al aire libre, las sillas, los manteles, los brindis y los olores transforman el escenario a pie de calle. No se trata de una acción artística o reivindicativa, en mi calle el coche no puede circular, cerraron el paso tiempo atrás, y algunos tomaron las riendas del asunto. Refugiados de indiscreciones automovilísticas, algunos se animan incluso con taburetes y mesillas (el tamaño es variante) a tomar el café, mientras curiosa les observo desde arriba.Quizás con algo de envidia al pensar, ¡Un día me animo y me pongo a merendar allí abajo también!Aunque ahora que los balcones se poblaron de plantas y flores nuevas, las alturas tampoco están mal, sobre todo cuando te sorprendes descubriendo que otros muy cerca de tí recogen rayos de sol también, desde otros balcones, terrazas o ventanas abiertas a la primavera de nuevo, un año más. Pero, volvamos a pie de calle...¿Qué ocurriría si la mesa no está exactamente en el exterior?¿Y si sólo parte de ella se apoya en el espacio público? Este entre el interior y el exterior es lo que ocurre en el proyecto City Eyes de DUS Architects. Con esta fachada de por medio los menús para dos pueden acabar la rutina para siempre. Mesa aquí o allí, fuera o dentro, o las dos a la vez...Atravesando esta ventana, ¿Dónde está el límite del espacio público y privado? Esto parece el más difícil todavía. Es una pena que en mi ciudad la ventanas sean demasiado altas...
E.G.




Imágenes DUS Architects

para saber más: