Sólo lo que vivimos existe. Imagino que esta afirmación se aleja mucho de
lo que podemos llegar a deducir de una manera más o menos razonable. Porque, si
sólo existe lo que vivimos, lo que tocamos, lo que podemos ver, podría afirmar
sin problemas que, por ejemplo, los canguros no existen, y por extensión que
Australia tampoco. Y casi podríamos decir, como en aquel álbum: Tú no existes. Todavía no he tenido
oportunidad de visitar ese territorio ni de observar en directo ningún
marsupial saltarín. Si ahora tratamos de dibujar un mapa de nuestros lugares vividos,
¿Por dónde empezamos?¿Qué trazamos?¿Son mapas, son imágenes, son olores? Si
sólo existe lo que experimentamos únicamente podríamos plantearnos representar
aquellos lugares por dónde hemos pasado. Australia desaparecería del mapa, y
como ella buena parte del globo. Es cierto, de alguna manera construimos
nuestra propia cartografía apropiándonos de las experiencias que vivimos allá
por dónde dejamos huella, o no. A veces incluso podemos recordar detalles
aparentemente insignificantes de los lugares donde hemos compartido un ¡Buenos días!, visitado un amigo o
simplemente paseando bajo el espléndido sol de invierno. Y así se va dibujando
nuestro mapa, tan único como cada individuo, tan exclusivo que nunca uno podría
ser igual a otro. Algunos no ocuparían a
penas espacio, otros, para los más viajeros, dibujarían larguísimas rutas alrededor
del planeta. Incluso algunos podrían dibujar tierras lunares. Entonces nuestra
ciudad quedaría reducida a los lugares que reconocemos en nuestra memoria.
Además sería un mapa que se iría extendiendo en el tiempo, porque cada vez
habríamos descubierto una esquina más, un árbol más, una habitación más, otro
país. Esta cartografía subjetiva se parecería mucho a lo que planteó la artista
Nina Katchadourian cuando se propuso representar la experiencia vital bicostal de su país, subrayando sus
desplazamientos de un lado al otro de las dos costas en Estados Unidos. El centro
del país desaparece, nunca vivió allí. Sin duda nos hace intentar reconstruir
como sería nuestra propia cartografía, nuestros lugares en el mundo. Aunque
debemos admitir que a veces podemos no estar justo aquí, y con nuestra
imaginación viajar a lugares lejanos, y por ello no dejan de existir. Incluso
si nos concentramos podemos volver a estar allí dónde estuvimos una vez. Algo
así como viajar en el tiempo sin movernos de la silla.
E.G.
Imagen de la obra Coastal Merger de Nina Katchadourian
No os perdáis los trabajos
con mapas de la artista: