Si fuéramos diminutos la ciudad cobraría dimensiones inalcanzables.
Tardaríamos una vida en recorrer nuestros rutinarios caminos, no alcanzaríamos
a abrir la puerta de casa. La cerradura estaría fuera de nuestro dominio,
tendríamos que escalar, ingeniárnoslas para elaborar estrategias a pequeña
escala. Cualquier paso humano sería un peligro de muerte inminente por
aplastamiento. Si fuéramos diminutos nos colaríamos en rendijas y agujeros, nos
construiríamos un refugio a medida, un lugar dónde nuestro tamaño y el de lo que nos rodea no entrase en
conflicto. Seguimos tropezándonos en la ciudad con dispositivos que nos hacen
viajar a otras escalas, otras dimensiones del espacio público. Esta vez no son
balones gigantes, son parches pensados como micropoéticas del espacio que podrían pasar desapercibidos
un día de prisas, dónde el escenario que nos rodea se convierte en invisible. Pero si abrimos bien los ojos, las
esquinas, los bordes, los pequeños agujeros en lugares imposibles pueden
poblarse de diminutos remiendos de colores. Es un gesto delicado, un pequeño
punto de exclamación que, por sus dimensiones, al observarlo parece que
revisitemos el lugar con lupa, como si
de repente nos pudiésemos encontrar con microscópicos constructores de ciudad.
Las piezas que nos regalan desde este Dispatchwork
se repiten en múltiples lugares, recorriendo países. Parece que ha tenido un
efecto multiplicador. Quizás la fuerza reside también en la implicación y el
juego que propone para el que esté dispuesto a participar y construir con
pequeñas piezas su propio remiendo. Según Platform 21, uno de los diferentes
colectivos que proponen estas acciones, se trata de reparar la ciudad, como ya
lo explicaban en su Repair Manifesto.
Es entonces algo así como cuidar esos pequeños detalles, devolverles la
materialidad que el desgaste y el tiempo les robó.
E.G.
E.G.
Imágenes Distpatchwork.info
Para los que queráis conocer estas acciones:
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