viernes, 17 de febrero de 2012

VER PARA EXISTIR


Sólo lo que vivimos existe. Imagino que esta afirmación se aleja mucho de lo que podemos llegar a deducir de una manera más o menos razonable. Porque, si sólo existe lo que vivimos, lo que tocamos, lo que podemos ver, podría afirmar sin problemas que, por ejemplo, los canguros no existen, y por extensión que Australia tampoco. Y casi podríamos decir, como en aquel álbum: Tú no existes. Todavía no he tenido oportunidad de visitar ese territorio ni de observar en directo ningún marsupial saltarín. Si ahora tratamos de dibujar un mapa de nuestros lugares vividos, ¿Por dónde empezamos?¿Qué trazamos?¿Son mapas, son imágenes, son olores? Si sólo existe lo que experimentamos únicamente podríamos plantearnos representar aquellos lugares por dónde hemos pasado. Australia desaparecería del mapa, y como ella buena parte del globo. Es cierto, de alguna manera construimos nuestra propia cartografía apropiándonos de las experiencias que vivimos allá por dónde dejamos huella, o no. A veces incluso podemos recordar detalles aparentemente insignificantes de los lugares donde hemos compartido un ¡Buenos días!, visitado un amigo o simplemente paseando bajo el espléndido sol de invierno. Y así se va dibujando nuestro mapa, tan único como cada individuo, tan exclusivo que nunca uno podría ser  igual a otro. Algunos no ocuparían a penas espacio, otros, para los más viajeros, dibujarían larguísimas rutas alrededor del planeta. Incluso algunos podrían dibujar tierras lunares. Entonces nuestra ciudad quedaría reducida a los lugares que reconocemos en nuestra memoria. Además sería un mapa que se iría extendiendo en el tiempo, porque cada vez habríamos descubierto una esquina más, un árbol más, una habitación más, otro país. Esta cartografía subjetiva se parecería mucho a lo que planteó la artista Nina Katchadourian cuando se propuso representar la experiencia vital bicostal de su país, subrayando sus desplazamientos de un lado al otro de las dos costas en Estados Unidos. El centro del país desaparece, nunca vivió allí. Sin duda nos hace intentar reconstruir como sería nuestra propia cartografía, nuestros lugares en el mundo. Aunque debemos admitir que a veces podemos no estar justo aquí, y con nuestra imaginación viajar a lugares lejanos, y por ello no dejan de existir. Incluso si nos concentramos podemos volver a estar allí dónde estuvimos una vez. Algo así como viajar en el tiempo sin movernos de la silla.
E.G.



Imagen de la obra Coastal Merger de Nina Katchadourian

No os perdáis los trabajos con mapas de la artista:



2 comentarios:

  1. La mención de un "espléndido sol de invierno" refleja también una cartografía subjetiva... Porque no todo el mundo puede disfrutar de un espléndido sol en esta época... quizás a orillas del Mediterráneo... o... o... ups! no se me ocurre ningún otro! Será que nuestras respectivas cartografías son parecidas? :p

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    1. Definitivamente el sol de invierno es mejor que el de verano, y a orillas de mar,¡Mejor!Seguro que nuestras cartografías son parecidas si el sol las baña a las dos.Esto me recuerda a unos mapas de la ciudad que mostraban itinerarios al sol y a la sombra, para que el paseante decidiese resguardarse o no del deslumbrante lorenzo de agosto. Y también piensa entonces, ¡Qué triste que una calle esté siempre en la sombra!Esperemos sin ansiedad la primavera para que las calles luzcan más soleadas,¡Y olorosas!

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